José Luis García Martínez, Profesor del Instituto Europeo de Salud y Bienestar social
La tendencia parece irremediable, y más aún en tiempos de pandemia. El tiempo de uso diario de los aparatos electrónicos sigue al alza en la mayoría de los hogares y esto ya está generando problemas de fatiga digital: el denominado tecnoestrés.
¿De qué se trata? Aunque su nombre es bastante revelador, echamos mano de la definición del Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo: “Se refiere al estrés específico derivado de la introducción y uso de nuevas tecnologías en el trabajo, que conlleva efectos psicosociales negativos derivados del uso de las tecnologías de la información y comunicación (TIC). Concretamente consiste en una mala adaptación para tratar con las nuevas tecnologías de manera saludable”.
Según los datos del estudio ‘El estado global de lo digital 2021’ elaborado por Hootsuite y We Are Social, los españoles pasamos de media seis horas y once minutos utilizando internet en cualquier dispositivo. Con la crisis sanitaria, además, el porcentaje de personas que trabajan desde casa pasó del 5 al 34% en apenas unos meses, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) recogidos por Cinco Días.
En definitiva, el tecnoestrés está causado por la incapacidad para gestionar de manera saludable las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC). El trabajador percibe un desajuste entre la necesidad de usar en su puesto laboral las TIC, y los recursos, habilidades o tiempo de los que dispone para satisfacer esa demanda, lo que le lleva a un estado psicológico negativo.
Cabría destacar 4 aspectos del tecnoestrés:
Tecnoinvasión: se puede producir al recibir información digital continua de cualquier fuente y en cualquier momento. El exceso de estímulos digitales puede terminar afectando nuestra vida personal. La ‘invasión personal’ es un hecho por la gran cantidad de estímulos digitales que recibimos.
Tecnofatiga: fase de agotamiento por la presión digital. Se presenta este sÍndrome cuando sientes que te pasas demasiadas horas delante de la pantalla, que eres incapaz de desconectar y empiezas a presentar síntomas de agotamiento mental y emocional ante cualquier estímulo digital.
Tecnoincertidumbre: el miedo (muchas veces irracional) de que la tecnología terminará reemplazando tu trabajo. La incertidumbre tecnológica puede afectar a nuestros hábitos diarios, a veces por actuar a la defensiva con la tecnología en el día a día.
Tecnoadicción: cuando toda nuestra vida gira entorno a lo digital y no podemos dejarlo, consultar las pantallas, webs, apps… en todo momento, porque es el único comportamiento que nos da satisfacción y nos resulta placentero. Este proceso adictivo no es evidente/consciente por lo que es importante medir tu tiempo para desvelar los hábitos no conscientes de consumo digital. En este sentido, uno de cada tres encuestados (32%) por el Observatorio de Prevención de Riesgos Laborales (OPRL)asegura que siempre o con frecuencia se siente mal si no tiene acceso a las TIC (mail, móvil, Internet), mientras que un 28% siente un impulso interno que le obliga a usarlas en cualquier momento y lugar.
¿A quién afecta?
El tecnoestrés es un problema que afecta cada vez a más trabajadores. En España, según el mismo estudio del Observatorio (OPRL), uno de cada tres (34%) encuestados considera que el uso excesivo de las tecnologías de la información (TIC) en el trabajo le produce problemas o consecuencias negativas, como bajo rendimiento, fatiga visual, posturas inadecuadas, discusiones de pareja o no dejarle tiempo para salir con sus amigos.
Actualmente, el trabajador está obligado a saber desenvolverse con nuevas tecnologías que siempre están renovándose y para las que puede no llegar a sentirse preparado.
Por otra parte, ha surgido también la exigencia de un uso continuado de las TIC. Según los datos del Observatorio, un 55% de las personas las usa de manera continuada durante su día a día. En muchos de ellos su uso a veces se extiende fuera del horario laboral e invade la vida personal: el 65% de empleados encuestados asegura estar tan preocupado por dar respuesta a las tecnologías de origen laboral (contestar correos, teléfono…) que olvida sus asuntos personales.
Esta situación puede dar lugar a que la persona afectada desarrolle actitudes y sentimientos negativos hacia las TIC, así como síntomas fisiológicos y emocionales típicos del estrés.
Así lo corroboran los datos: tres de cada diez españoles dicen que las nuevas tecnologías aumentan su nivel de estrés, según el VII Estudio CinfaSalud: “Percepción y hábitos de la población española en torno al estrés”. De ellos, siete de cada diez consideran la imposibilidad de “desconectar” del móvil, la tablet o las redes sociales como causa principal de ese tecnoestrés. De hecho, casi la mitad de quienes trabajan y se han sentido estresados en el último año afirman recibir correos o llamadas fuera de horario laboral, de acuerdo con la investigación.
Así lo considera la psicóloga clínica Aurora Gómez Delgado, quien explica que “el tecnoestrés es un tema constante en terapia”, sobre todo desde la llegada de la pandemia. En este ámbito, destaca los riesgos de la “fatiga informativa”, producida por la gran acumulación de noticias y contenidos disponibles a golpe de clic en el ámbito digital y, más concretamente, en las redes sociales. Según su experiencia profesional, cada vez es más frecuente el “atracón” de información, comparable a ese gesto de abrir la nevera para calmar la ansiedad comiendo.
En conclusión, podemos decir que ansiedad, agotamiento mental, excesiva dependencia del uso de la tecnología y aislamiento social son algunos de los problemas que pueden aparecer como manifestaciones derivadas del tecnoestrés laboral. Conocer nuestros hábitos de trabajo y de interacción digital, reconocer como nuestros comportamientos afectan negativamente a la salud, es la base para iniciar un proceso de mejora de nuestro bienestar y de nuestra capacidad productiva, con un uso más responsable de nuestros dispositivos. Primero es valorar cómo nos afecta el tecnoestrés y además detectar qué área te produce más malestar físico, mental y emocional. La propia tecnología nos puede ayudar mostrándonos como es nuestro comportamiento, ayudándonos a limitar el uso de las tecnologías y restringir el consumo a la información que sea relevante para nosotros.